sábado, 13 de octubre de 2012

A España


Madre de los valientes de la guerra,
archivo de católicos soldados,
crisol donde el amor de Dios se apura,
tierra donde se ve que el cielo entierra
los que han de ser al cielo trasladados
por defensores de la fe más pura:
no te parezca acaso desventura,
¡Oh España, madre nuestra!,
ver que tus hijos vuelven a tu seno
dejando el mar de sus desgracias lleno,
pues no los vuelve la contraria diestra:
vuélvelos la borrasca incontrastable
del viento, mar, y el cielo que consiente
que se alce un poco la enemiga frente,
odiosa al cielo, al suelo detestable,
porque entonces es cierta la caída
cuando es soberbia y vana la subida.

Abre tus brazos y recoge en ellos
los que vuelven confusos, no rendidos,
pues no se escusa lo que el cielo ordena,
ni puede en ningún tiempo los cabellos
tener alguno con la mano asidos
de la calva ocasión en suerte buena,
ni es de acero o diamante la cadena
con que se enlaza y tiene
el buen suceso en los marciales casos,
y los más fuertes bríos quedan lasos
del que a los brazos con el viento viene,
y esta vuelta que ves desordenada
sin duda entiendo que ha de ser la vuelta
del toro para dar mortal revuelta
a la gente con cuerpos desalmada,
que el cielo, aunque se tarda, no es amigo
de dejar las maldades sin castigo.

A tu león pisado le han la cola;
las vedijas sacude, y arrevuelve
a la justa venganza de su ofensa,
no sólo suya, que si fuera sola,
quizá la perdonara: sólo vuelve
por la de Dios, y en restaurarla piensa.
Único es su valor, su fuerza imensa,
claro su entendimiento,
indignado con causa, y tal que a un pecho
cristiano, aunque de mármol fuese hecho,
moviera a justo y vengativo intento.
Y más, que el galo, el tusco, el moro mira,
con vista aguda y ánimos perplejos,
cuáles son los comienzos y los dejos,
y dónde pone este león la mira,
porque entonces su suerte está lozana
en cuanto tiene este león cuartana.

Ea pues, ¡oh Felipe, señor nuestro,
Segundo en nombre y hombre sin segundo,
coluna de la fe segura y fuerte!,
vuelve en suceso más felice y diestro
este designio que fabrica el mundo,
que piensa manso y sin coraje verte,
como si no bastasen a moverte
tus puertos salteados
en las remotas Indias apartadas,
y en tus casas tus naves abrasadas,
y en la ajena los templos profanados;
tus mares llenos de piratas fieros,
por ellos tus armadas encogidas,
y en ellos mil haciendas y mil vidas
sujetos a mil bárbaros aceros,
cosas que cada cual por sí es posible
a hacer que se intente aun lo imposible.

Pide, toma, señor, que todo aquello
que tus vasallos tienen se te ofrece
con liberal y valerosa mano
a trueque que al inglés pérfido cuello
pongas el justo yugo que merece
su injusto pecho y proceder insano;
no sólo el oro que se adora en vano,
sino sus hijos caros
te darán, cual el suyo dio don Diego,
que, en propia sangre y en ajeno fuego,
acrisoló los hechos siempre raros
de la casa de Córdoba, que ha dado
catorce mayorazgos a las lanzas
moriscas, y, con firmes confianzas,
sus obras y su nombre han dilatado
por la espaciosa redondez del suelo,
que el que así muere vive y gana el cielo.

En tanto que los brazos levantares,
gran capitán de Dios, espera, espera
ver vencedor tu pueblo, y no vencido;
pero si de cansado los bajares,
los suyos alzará la gente fiera,
que para el mal el malo es atrevido;
y en tu perseverancia está inclüido
un felice suceso
de la empresa justísima que tomas,
y no con ella un solo reino domas,
que a muchos pones de temor el peso;
aseguras los tuyos, fortaleces
lo que la buena fama de ti canta,
que eres un justo horror que al malo espanta
y mano que a los justos favoreces;
alza los brazos, pues, Moisés cristiano,
y pondrálos por tierra el luterano.

Vosotros que, llevados de un deseo
justo y honroso, al mar os entregastes
y el ocio blando y el regalo huistes,
puesto que os imagino ahora y veo
entre el viento y el mar que contrastastes
y los mortales daños que sufristes,
d'entre Scila y Caribdis no tan tristes
salís que no se vea
en vuestro bravo, varonil semblante
que romperéis por montes de diamante
hasta igualar la desigual pelea;
que los bríos y brazos españoles
quilatan su valor, su fuerza y brío
con la hambre, sed, calor y frío
cual se quilata el oro en los crisoles,
y, apurados así, son cual la planta
que al cielo con la carga se levanta.
El diestro esgrimidor, cuando le toca
quien sabe menos que él, se enciende en ira
y con facilidad se desagravia;
y en la orilla del mar la fuerte roca,
mientras su furia a deshacerla aspira,
muy poco o nada su rigor la agravia;
y es común opinión de gente sabia
que cuanto más ofende
el malo al bueno, tanto más aumenta
el temor del alcance de la cuenta,
que siempre es malo del que mal espende.
Triunfe el pirata, pues, agora y haga
júbilo y fiestas, porque el mar y el viento
han respondido al justo de su intento
sin acordarse si el que debe paga,
que, al sumar de la cuenta, en el remate
se hará un alcance que le alcance y mate.

¡Oh España, oh rey, oh mílites famosos!,
ofrece, manda, obedeced, que el cielo
en fin ha de ayudar al justo celo,
puesto que los principios sean dudosos,
y en la justa ocasión y en la porfía
encierra la vitoria su alegría.





Miguel de Cervantes

jueves, 11 de octubre de 2012

La vuelta del cruzado




El que ansioso de alta gloria,

joven dejó sus hogares,

y lanzándose a los mares,

voló a buscar la victoria,

vencedor del turco fiero,

vuelve, valiente cruzado,

del sol el rostro tostado

y en sangre tinto su acero.

Allí, su lanza en la lid

dio a su renombre esplendor,

le cantó el trovador

como a intrépido adalid.

Ora vuelve, en su semblante

con cicatrices de heridas

en honra y pro recibidas

de la que adora constante.

Tal vez al verle a su reja

le desconozca la hermosa

que sensible y cuidadosa

oyó otro tiempo su queja.

Mas si no vuelve de Oriente,

cual antes, joven hermoso,

vuelve intrépido y brioso

y ornada en lauros la frente.

Y las lunas abatidas

de los árabes altivos,

cien caballos, cien cautivos,

cien cimitarras vencidas,

el soldado de Sión

rendirá ante su hermosura

y con humilde ternura

su constante corazón.

Y si amorosa un momento

tendrá completa ventura

su más alto pensamiento,

y tendrá por muy dichosa

de su destino la estrella

si le devuelve su bella

siempre tierna y cariñosa.

Que por la cruz y en su honor

ha alcanzado la victoria,

y su nombre y su memoria

realzó en la lid su valor,

y buscando dónde ir

a hacer su nombre famoso,

vuelve a sus pies venturoso

sus laureles a rendir.


Jose de Esprocenda




A los héroes de Castelnuvo

El heroísmo de los españoles en el sitio de Castelnuevo movió a muchos de sus coetáneos
Lea aquí como fue el asedio



A los huesos de los españoles muertos en Castelnuovo 

Héroes glorïosos, pues el cielo
os dio más parte que os negó la tierra,
bien es que por trofeo de tanta guerra
se muestren vuestros huesos por el suelo.

Si justo desear, si honesto celo
en valeroso corazón se encierra,
ya me paresce ver, o que se atierra
por vos la Hesperia vuestra, o se alza a vuelo.

No por vengaros, no, que no dejaste
a los vivos gozar de tanta gloria,
que envuelta en vuestra sangre la llevaste;

sino para probar que la memoria
de la dichosa muerte que alcanzaste,
envidiar se debe más que la victoria. 

Gutierre de Cetina 



A la derrota de Castelnovo  

Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerzo, mas Ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa y admirada
del temido furor la suerte dura.

Venció otomano al español ya muerto;
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la victoria.

Pero será testigo este desierto
que el español, muriendo no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.  


Fernando de Herrera






Ai tremila soldati spagnuoli morti nel 1539, difendendo Castelnuovo in Dalmazia contro il pirata Barbarossa, e rimasti insepolti
Sonetto CCXIX de Luigi Tansillo (1510-1568)
(del “Canzoniere: Poesie eroiche ed encomiastiche”).
Ad altri uomini illustri spagnoli e italiani e alle dame nobili napoletane.)
(primero de los 3 sonetos de Tansillo sobre la hazaña; y el más conocido)

Questi, ch'il mondo in reverenza tiene,
e terrà sempre, poggi e monti d'ossa,
che, senza onor di pira né di fossa,
biancheggian su queste straniere arene;

di qua da Calpe e di là da Pirene
gente nata, sin qui, da valor mossa,
sen venne a far la terra e l'acqua rossa,
de l'altrui sangue e de le proprie vene.

Trecento Fabii estinti al patrio regno
dier gloria al Tebro: in sì lontana guerra,
oggi all'Ibero or che faran tre mila?

Il numero è maggior, il fin più degno:
questi troncâr del viver lor le fila
per la patria del ciel, quei de la terra.

(Traducción libre, intentando que rime)
A los tres mil soldados españoles muertos en 1539, defendiendo Castilnovo en la Dalmacia contra el pirata Barbaroja, y que permanecen insepultos

Estos, que el mundo en reverencia tiene,
y tendrá siempre, restos y montañas óseas,
que, sin honor de pira, ni de fosa,
blanquean estas extranjeras arenas;

de acá, de Calpe, de allá, del Pirene
gente nacida, son aquí, de valor moza,
vienense a hacer tierra y agua rojas,
con sangre de otros, y de propias venas.

Trescientos Fabios hurtados al reino patrio
dieron gloria al Tíber, en ya lejana guerra;
hoy al Ibero , ¿qué harán estos tres mil?

El numero es mayor, el fin, más digno:
estos trocaron su vivir
por la patria del cielo, aquellos por la tierra.
++

SONETTO CCXX
Per gli stessi


Non perché il vento volva e l'aria bagne
qua giù quest'ossa di sepolcro prive,
sbandite andran lungo le stigie rive
l'alme, che fur di lor donne e compagne:

elle sen gîr (ben stolto è chi ne piagne)
in ciel, fra l'alme più lodate e dive,
lassando l'ossa e l'altro, onde si vive,
in vece de trofei per le campagne.

Più gloria assai, che sangue, le ferite
loro versaro: o belle, ed immortali
piaghe! e chi non dovrebbe invidia averne?!

Ciascun tolse per una cento vite
a gli avversari; mentre a lor le frali
vite vendean, da Dio comprâr l'eterne.

(Traducción libre, intentando que rime)
Por los mismos (se refiere a ellos de esta forma, porque viene después del anterior soneto)

No porque viento torne y aire bañe
aquí abajo estos huesos de sepulcro faltos,
andarán desbandadas por las estigias riveras
las almas, que fueron sus dueñas y compañeras.

Ellas sin gemir (bien necio es quien lo llore)
en el cielo, entre las almas de más loor y divas,
dejando huesos y otros restos do vivían,
en lugar de trofeos de campañas

Más gloria que sangre, las heridas
vierten; ¡oh, bellas e inmortales llagas!
¡Y quién no habría de tener envidia!

Cada vida sacó cien de adversarios;
y mientras ellos venden sus vidas
de Dios compran la Eternidad.
++++

SONETTO CCXXI
Sui medesimi


Mentre gli alti, sassosi, orridi monti,
che cingon questo mare e questa terra,
ebra di sangue uman, terran sotterra
i bassi piedi e in aria l'alte fronti;

mentre neri torrenti e chiare fonti,
correranno nel sen, che noi qui serra,
o sieda il mondo in pace, o corra in guerra,
seran, guerrier de Dio, vostri onor conti.

Né pur l'Iberia, che vi dié la cuna,
e la Dalmazia, ch'or vi dà la tomba,
risoneran di voi fin sovra il cielo,

ma ove il dì si schiara, ove s'imbruna,
dove il caldo ha più forza e dove il gelo,
malgrado degli Sciti, udran la tromba.

(Traducción libre, intentando que rime) 



Sobre los mismos

Mientras sigan los montes y pendientes
que ciñen a este mar y a esta tierra
de humana sangre ebria, ahí se entierra
abajo pies, y al aire alta la frente.

Mientras negro torrente y clara fuente
corran por el seno que aquí cierra,
ya esté el mundo en paz, ya esté en guerra,
se contará tu honor, Dios combatiente.

Y por la Iberia, que te dio la cuna
y en la Dalmacia, que te da la tumba
resonarán las voces hasta el Cielo

mas do el día se aclara o do se abruma
se oirá, sea un gran calor, o sea hielo,
del escita a pesar, la fuerte trompa.

A don Álvaro de Bazán

El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.


Lope de Vega

Ese ejército que ves...

Este ejercito que ves
vago al yelo y al calor,
la republica mejor
y mas política es
del mundo, en que nadie
espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí la sangre
excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar como nace
se mira como procede.

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es
honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el mas galán y lucido;
porque aquí a lo que
sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al
vestido.

Y así, de modestia llenos,
a los mas viejos veras
tratando de ser lo mas
y de aparentar lo menos.
Aquí la mas principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito,la opinión,
la constancia, la paciencia
la humildad y la obediencia,
fama honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es mas que una
religión de hombres
honrados.


Calderón de la Barca

A Carlos V


Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano,
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte
despojos y coronas de victoria;

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria
ni resta más honor al fiero Marte.

Fernando de Herrera

A la Armada Invencible

Bate, Fama veloz, las prestas alas,
rompe del norte las cerradas nieblas,
aligera los pies, llega y destruye
el confuso rumor de nuevas malas
y con tu luz desparce las tinieblas
del crédito español, que de ti huye;
esta preñez concluye
en un parto dichoso que nos muestre
un fin alegre de la ilustre empresa,
cuyo fin nos suspende, alivia y pesa,
ya en contienda naval, ya en la terrestre,
hasta que, con tus ojos y tus lenguas,
diciendo ajenas menguas,
de los hijos de España el valor cantes,
con que admires al cielo, al suelo espantes.

Di con firme verdad, firme y sigura:
¿hizo el que pudo la victoria vuestra?
¿Sentenciado ha su causa el Padre eterno?
¿Bañada queda en roja sangre y pura
la católica espada y fuerte diestra?
En fin, de aquel que asiste a su gobierno,
¿poblado ha el hondo infierno
de nuevas almas, y de cuerpos lleno
el mar, que a los despojos y banderas
de las naciones pertinaces, fieras,
apenas dio lugar su inmenso seno,
del pirata mayor del occidente
ya inclinada la frente,
y puesto al cuello altivo y indomable
del vencimiento el yugo miserable?

Di (que al fin lo dirás): «allí volaron
por el aire los cuerpos, impelidos
de las fogosas máquinas de guerra;
aquí las aguas su color cambiaron,
y la sangre de pechos atrevidos
humedecieron la contraria tierra»;
cómo huye, o si afierra,
este y aquel navío; en cuántos modos
se aparecen las sombras de la muerte;
cómo juega Fortuna con la suerte,
no mostrándose igual ni firme a todos,
hasta que, por mil varios embarazos,
los españoles brazos,
rompiendo por el aire, tierra y fuego,
declararon por suyo el mortal juego.

Píntanos ya un diluvio con razones,
causado de un conflicto temeroso
y que le pinta la contraria parte:
mil cuerpos sobreaguados y en montones
confusos, otros naden cobdiciosos
d'entretener la vida en cualquier parte;
al descuido, y con arte,
pinta rotas entenas, jarcias rotas,
quillas sentidas, tablas desclavadas,
y, de impaciencia y de rigor armadas,
las dos (y no en valor) iguales flotas.
Exprime los gemidos excesivos
de aquellos semivivos
que, ardiendo, al agua fría se arrojaban
y, en la muerte del fuego, muerte hallaban.

Después d'esto dirás: «en espaciosas,
concertadas hileras va marchando
nuestro cristiano ejército invencible,
las cruzadas banderas victoriosas
al aire con donaire tremolando,
haciendo vista fiera y apacible.
Forma aquel son horrible
que el cóncavo metal despide y forma,
y aquel del atambor que engendra y cría
en el cobarde pecho valentía
y el temor natural trueca y reforma»;
haz los reflejos y vislumbres bellas
que, cual claras estrellas,
en las lucidas armas el sol hace
cuando mirar este escuadrón le place.

Esto dicho, revuelve presurosa
y en los oídos de los dos prudentes
famosos generales luego envía
una voz que les diga la gloriosa
estirpe de sus claros ascendientes,
cifra de más que humana valentía:
al que las naves guía
muéstrale sobre un muro un caballero,
más que de yerro, de valor armado,
y entre la turba mora un niño atado,
cual entre hambrientos lobos un cordero,
y al segundo Abrahán que dé la daga
con que el bárbaro haga
el sacrificio horrendo que en el suelo
le dio fama y imortal gloria en el cielo;

dirás al otro, que en sus venas tiene
la sangre de Austria, que con esto sólo
le dirás cien mil hechos señalados
que, en cuanto el ancho mar cerca y contiene,
y en lo que mira el uno y otro polo,
fueron por sus mayores acabados.
Éstos ansí informados,
entra en el escuadrón de nuestra gente
y allá verás, mirando a todas partes,
mil Cides, mil Roldanes y mil Martes,
valiente aquél, aquéste más valiente;
a estos solos les dirás que miren
para que luego aspiren
a concluir la más dudosa hazaña:
«Hijos, mirad que es vuestra madre España!,

la cual, desde que al viento y mar os distes,
cual viuda llora vuestra ausencia larga,
contrita, humilde, tierna, mansa y justa,
los ojos bajos, húmidos y tristes,
cubierto el cuerpo de una tosca sarga,
que de sus galas poco o nada gusta
hasta ver en la injusta
cerviz inglesa puesto el suave yugo
y sus puertas abrir, de herror cargadas,
con las romanas llaves dedicadas
[a] abrir el cielo como al cielo plugo.
Justa es la empresa, y vuestro brazo fuerte;
aun de la misma muerte
quitara la vitoria de la mano,
cuanto más del vicioso luterano».

Muéstrales, si es posible, un verdadero
retrato del católico monarca,
y verán de David la voz y el pecho,
las rodillas por el suelo y un cor[dero]
mirando, a quien encierra y guarda un arca,
mejor que aquélla quisier[a haber hecho],
puestos de trecho a trecho
doce descalzos ángeles mortales
en quien tanta virtud el cielo encierra
que con humilde voz desde la tierra
pasan del mismo cielo los umbrales.
Con tal cordero, tal monarca y luego
de tales doce el ruego,
diles que está siguro el triunfo y gloria,
y que ya España canta la victoria.

Canción, si vas despacio do te envío,
en todo el cielo fío
que has de cambiar por nuevas de alegría
el nombre de canción y profecía.





Miguel de Cervantes